miércoles, 20 de julio de 2016

Una perla en La Academia

Viernes por la noche en Buenos Aires. En uno de los últimos enclaves sobrevivientes de los que alguna vez denominamos psicobolches, nos reunimos en el desde hace ya  varios años. Solo el mito de otros tiempos provocan una buena concurrencia, su falta de mantenimiento harían correr horrorizado a todo aquel que no conociera el lugar. Quizás deba ser reconocida, por tener  el mingitorio peor instalado para orinar de todo Buenos Aires.
Allí llegamos los tres, como lo demostraría el transcurso de la charla, hartos de tener que hablar siempre de lo mismo y no poder salir de la trampa de tener obligatoria opinión sobre cuentas off shore y dólares amontonados en un convento.
En ese bar, con las puertas desvencijadas que obligan a pararse  en turnos rotativos, para detener el frío que hacían entrar los recurrentes parroquianos descuidados; nos sumergimos en una charla atemporal que inconscientemente trataba de huir de los lugares comunes, aquellos que nos anestesian las neuronas y a la única grieta  que profundiza es la de nuestros corazones.
En esas cuatro horas declaramos la muerte de las verdades reveladas, ante la asfixiante mediocridad de las ideas imperantes bien valía la pena poner todo en duda e intentar encontrar otra mirada a nuestras ideas, pasiones y amores.
Con su habitual capacidad para lanzar disparadores que te dejan una semana pensando, Castelli disparó , cuando el cortado en jarrita no se había entibiado: "Este momento no es único?". 

La puta madre, porque este personaje al que tanto quiero y con quien tanto he discutido durante ya no se cuantas décadas, se siente con derecho a que la emoción se me presente desde el lugar remoto donde se encontraba guarecida?. Desmemoriado ya, de esos instantes con méritos suficientes para pasarles el resaltador, caí en la certeza en que este era uno de ellos. 
Prinzo, el tercero en cuestión, es a quien Krzysztof Kieślowski le debe eterna gratitud por haberme hecho enamorar de "Blue" el primer film de su famosa trilogía de los colores. Y se la debe no por recomendarmela, sino por contarme a través de sus frases únicas una película que ya había visto y de la cual no había comprendido nada (salvo mi amor eterno a Juliette Binoche). Jamás sabré si "Blue", tal cual lo que provocan en el oyente los grandes comunicadores, es esa joya que relató Prinzo una noche o una mediocre película solo destinada a los defensores del cine francés. Obviamente me quedo con el relato de mi amigo. Lector voraz e inteligente, desconozco si hay otro tipo capaz de resumir "La dama del Perrito" de Chejov, de manera tal que estuviera claro la imposibilidad que saber el resultado de ciertas relaciones que era en definitiva el tema a que la cita venía a cuento.
Por cierto que, estas veladas extienden certificado de defunción a lo políticamente correcto y desde allí el total acuerdo sobre la vocación negadora de la historia; que provoca nuestro malestar por el cambio de nombre a la estación de trenes de nuestra patria chica.
Sin solución de continuidad invoco mi reencuentro con una máquina de escribir portátil y cada uno de nosotros punteamos las ventajas y desventajas de un objeto hoy en desuso y desconocido casi para quien no tenga menos de medio siglo sobre las espaldas.
De allí al rescate realizado por nuestro eximio narrador de un libro condenado a la basura o al olvido (me cuesta reconocer la diferencia) acerca de la relación Alfred Wallace y Charles Darwin y la teoría de la evolución de las especies, tardó lo que la cerveza negra en esfumarse de los vasos. Sirvió para llegar a ese tema, la exasperación de Castelli ante la posibilidad bastante cierta que, las bibilotecas populares queden pobladas de libros de autoayuda por ser los que piden con más asiduidad los concurrentes a ellas.

El tenso aprendizaje de ser padres de hijos de edad variada, sirvió para quienes tenemos más antigüedad en el tema, podamos calmar las ansiedades del resto. Pero notificandoles que el tiempo no lo simplifica el tema, sino que lo vuelve más complejo y azaroso.
Estirando hasta el límite posible, el que te impone la frecuencia de los bondis en los albores de la noche y el frío invernal, nos vamos caminando hacia la parada de colectivos despuntando nuestras últimas teorías de la velada.
La presunción de Castelli fue rotundamente cierta, ese momento fue único. Con el nos perjuramos no saludarnos el día del amigo, a modo de ruptura con festividades impuestas como implantes de siliconas. Sin perjuicio de ello, termino de escribir estas líneas sobre el final de este veinte de julio. Viene a mi memoria un pequeño dialogo de la película de "Begin Again",  el que sentados en la plaza de un parque de Nueva York sus dos protagonista, el personaje masculino masculla a modo de sentencia a su coequiper bastante menor en edad " Con el paso del tiempo, los collares vienen con mucho más hilo que perlas". Esa noche, como una perla escasa, quedará guardada en mi memoria y en mi corazón con el cuidado de aquellos grandes momentos únicos.

1 comentario:

  1. Maestro:
    Lo suyo no se puede mejorar, como suele suceder.
    Hasta la próxima, y ojalá sea pronto.

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