miércoles, 26 de diciembre de 2012

SPINETTA




"Mi nombre es Luis Alberto Spinetta. Tengo 61 años y soy músico. Desde el mes de Julio sé que tengo cáncer de pulmón. Estoy muy cuidado por una familia amorosa, por los amigos del alma, y por los mejores médicos que tenemos en el país. Ante el aluvión de información inexacta, quiero aclarar públicamente las condiciones de mi estado de salud. Me encuentro muy bien, en pleno tratamiento hacia una curación definitiva. Quiero agradecer a todos por la buena onda que he recibido, y pedirles que no paniqueen, y no tomen en cuenta las noticias que han generado los buitres de turno. No tengo ninguna red social, ni Twitter, ni Facebook, etc, por lo tanto todo lo que lean al respecto es falso. Pertenezco a Conduciendo a Conciencia, y les recuerdo que ahora en las fiestas, si van a conducir no deben beber. Gracias. Los quiero mucho. Felices Fiestas.”

Han transcurrido doce meses desde este comunicado de prensa y diez desde la muerte del Flaco. La velocidad de los acontecimientos y la dureza de las noticia hizo que,  al momento de su partida fuera imposible procesar el dolor y la verdadera implicancia de su obra en mi vida. En aquel momento los medios, cualquiera fuera su orientación periodística, llenaron sus paginas con homenajes. Escribió todo el mundo, los que lo conocieron con profundidad y los que no tenían la más remota idea de su obra.
Una estrofa de una canción escrita hace ya bastante tiempo define de manera brillante, la relación que tuvo el público y los medios con su música: “nunca me oíste en tiempo”.
Con sus primeros temas (“Muchacha ojos de Papel”, “Plegaria para un niño dormido”, “Fermín”), se podría haber anclado estilísticamente y vivir eternamente de innumerables revivals y regresos. Pero era un artista gigante y por ello, vivió en la búsqueda constante, anteponiendo el respeto hacia los caminos donde lo llevaran su talento a las bondades de las masividad.
Gozó del respeto irrestricto de todos su colegas, en esa cofradía amorfa que en algún momento se denominó Rock Nacional. Valorado en cada una de sus experiencias estilísticas, desde el rock pesado al jazz rock, en todas las rivalidades musicales que cruzaron la música argentina en los últimos cuarenta años emergía como casi el único que quedaba por encima de ellas.

Solo algunos discos podrían haber justificado su obra y su descomunal talento,  “Pescado Rabioso II”, “Artaud”, “Kamikaze”.  .
Sus concesiones a la nostalgia, fueron una manera única de potenciar su arte. La reunión de Almendra sobre fines de los setenta y que quedara registrado en un disco doble en vivo, tuvo la potencia de un reencuentro de amigos que se extendió solo el tiempo que  viejas canciones pueden ser rescatadas con frescura intacta.

A lo largo de su vida, siempre hubo artistas más vendedores y populares, pero el tiempo decantó de manera lógica, la mayoría solo son recuerdos de adolescencia de algunos y él quedó con su apellido y apodo como marca registrada.
Hay un Spinetta para los que tiene más de sesenta años, otro para los de cincuenta pero también un Flaco para los de cuarenta y otro para los de treinta o menos.
Acercó los libros de Artaud y Castaneda a adolescentes, que no hubieran accedido a ellos de no pertenecer a su clan de seguidores.
Construyó los primeros cimientos del movimiento de rock argentino, junto con Nebbia y Manal. Pero siguió avanzando en ese gran edificio lo que lo transformó en par y referente de varias generaciones de músicos que sobrevinieron.
Con León Gieco, Charly García  Pappo y Ceratti comparte un Olimpo vernáculo del cual formará parte eternamente en la música argentina.
Fui testigo de varios de sus recitales, pero hay dos que son marcas profundas en mi vida.
En 1982, en el Estadio Obras (templo del rock argentino durante más de veinte años) presentó “Kamikaze”. Nunca pensé que un tipo sentado con una guitarra acústica y eventualmente acompañado por el piano Rhodes del gran Diego Rapoport, pudiera desplegar tanta magia. Ese disco representa una ruptura sobre la música que Spinetta que venía haciendo con Jade, con marcadas tendencias del jazz rock y la que después seguiría haciendo hasta mediados de los ochenta en la que “Bajo Belgrano” reluce como faro musical y estilístico con el arte de tapa del disco (obras perdidas por el cambio en los soportes musicales). En esa noche de invierno, la potencia de su poesía y la aparente simpleza de sus acordes y melodías, llenaron de belleza ese estadio de Nuñez. Aún cuesta creer que “Barro tal vez” fuera escrito cuando tenía quince años… Spinetta fue capaz de esos milagros.
Hacia fines de los ochenta se reunió con una las grandes apariciones de la década, Fito Paez, para construir “ La, la, la”. En ese doble, su versión de “Gricel”, es una perlita.
Los noventa, los encaró con el registro de “Exactas” un recital en esa universidad donde la poesía de “Amor de Primavera” va a seguir dando vueltas.
La última década del siglo, fue para la música argentina el predominio del rock chabón y el aguante fue un territorio donde la obra de Spinetta no tenía lugar ni había espacio para concesiones. Emerge de esa pobreza musical y poética de la época con “Cheques”, disco doble  junto a “Los socios del desierto”, un Power Trío arrollador.

Sigue construyendo con más discos la combinación de música y poesía que ayuda alimentar el alma, en una extensa discografía para consultar a través de los buscadores, para llegar al año 2009 donde celebra sus cuarenta años con la música. En ese cuatro de diciembre idea y concreta uno de los más brillantes recitales que haya dado un artista por estas tierras. Spinetta y Las Bandas Eternas, recorren toda su obra con los músicos que participaron junto a el para plasmar esa inmensa obra.
Recordar ese escenario junto a Ceratti y Muollo interpretando “Bajan”, me obliga a pensar que posiblemente, algún tiempo por pasado fue mejor.
Spinetta, artista único e irremplazable, quedará en el corazón de muchos para poder seguir viviendo con su amor.



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