LUCIO



El mensaje de texto que recibí ayer del Negro Onetto a media mañana me fusiló.
"Hola Cappo. Pésima noticia. Murió Lucio Doorr: Llamame cuando puedas. Besos" Me derrumbé sobre la silla de la oficina. Sorprendido por la noticia, una puteada contra la desgracia fue lo único que atiné a expresar. Tomé coraje y lo llame al Negro, por el lo había conocido a Lucio allá por el año noventa y ocho. Saber que había pasado fue detalle, solo una anécdota. Con una voz de esa que solo sale con los grandes dolores me comentó los pocos detalles que conocía. El Ramos Mejía fue su ultimo lugar por este mundo. El corazón le jugó un mala pasada, y eso que el tenía uno de los buenos.
Compartimos durante algunos años, sábados de paddle y almuerzos en El Gijón. Por aquellos años Duplus, la galería a la cual  formaba parte le llevaban todas las energías. Lo alcanzaba hasta Almagro y en esos viajes en el Renault 12 filosofábamos acerca de la manera de superar nuestras crisis sentimentales. Tenía siempre la sonrisa presta y era muy difícil no reírse de sus anécdotas, más allá de cualquier problema que estuviera atravesando.
Oneto fue el responsable de darme la oportunidad de conocer a varios artistas plásticos argentinos, entre ellos Lucio. Neófito absoluto en el conocimiento del arte contemporáneo, valore su obra desde el profundo afecto que generaba.

Nunca se la creyó ante los ajenos al ambiente, y por pertenecer a ese grupo siempre valoré su sencillez. Una sencillez y simpleza, que creo solo tienen los verdaderos artistas. 
Ahora que ya no está, me quedan algunas imágenes que en estos momentos se potencian en su fuerza. La charla en las hamacas de aquella quinta de Parque Leloir donde el Negro celebró su cumpleaños, conversando sobre algunos problemas que lo habían llevado a internarse para someterse a un tratamiento que lo rescatara de fantasmas que habían comenzado a volverse recurrentes. 

Después de muchísimos años, nos reencontramos en un noche consagrada al truco y al whisky y nos dimos un fuerte abrazo celebrando la alegría del reencuentro. Sus historias no habían perdido una pizca de la alegría de los viejos tiempos. Obviamente el cálculos de botellas previstas para atravesar la noche resultaron escasas y tuvimos que echar mano a las bebidas que quedaban sin discriminar  color ni graduación alcohólica.
En en esos años que nos vimos ganó el Premio  Ignacio Pirovano al Artista Joven, el Premio a las Artes Visuales 2006, el Primer Premio de la Fundación Klemm (2005) y el subsidio a la creación de la Fundación Antorchas (2002). Su obra puede verse acá
Su exposición en Proa puede visitarse en este sitio
Nos vimos por última vez este verano, en otra noche de truco, empanadas cerveza y whisky. Veníamos de alguna  caravana producida en noches anteriores que nos puso más mesurados en la ingesta del alcohol.
No soy quien para describir las características de su obra, tampoco me interesa. Escribo para recordarlo, ensayar algo parecido a una despedida y poder superar de alguna manera esta puta tristeza que me ha invadido y no puedo superar. Estoy tratando de encontrar la forma de quedarme con su risa contagiosa y los buenos momentos que aseguraban su presencia en las reuniones. Tenía muchas cosas para dar y se nos fue demasiado temprano, me jode mucho escribir sabiendo que no voy a volverte a ver. Hasta siempre Lucio

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