viernes, 20 de diciembre de 2013

Solos papeles


Siempre que uno desea escribir sobre determinado tema, es conveniente contar con un archivo al uno pueda recurrir para ajustar algunos datos sobre el tema a la cual nos encontramos abocados.
De esa manera se nos han acumulado kilos y kilos de papel de diarios, revistas, folletos y hasta de prospectos médicos.
Inicialmente nos perjuramos hacer una depuración de esas pilas de publicaciones que se nos van acumulando en los armarios, en los estantes y en los rincones libres que, a medida que la promesa de selección se desvanece, van siendo menos. Entonces sucede que, las selección de las publicaciones que definitivamente consultaremos para escribir algo, se hace a las apuradas. Arrojamos a la basura aquello que es demasiado obvio que no nos servirá de nada y que no consultaremos jamás.
Ante la velocidad del tiempo y los hechos, no hemos dejado lugar libre para seguir archivando. Y es tanta la velocidad de publicación que empezamos archivar lo que nunca leímos, engañandonos con que en alguno momento lo leeremos.
Los libros que hemos comprando van sufriendo la misma demora para ser visitados, y empiezan a ser la mejor manera de completar los estantes de las bibliotecas y cuando nuestra compulsión por ellos hacen que empiecen a ser guardados sin siquiera ser desnudos del celofán con el que vienen desde las librerias; comienzan a ser parte de columnas a las que hay sortear para llegar al escritorio y sentarse ante la computadora.
Las publicaciones electrónicas, las redes sociales, los mails, los portales de los periódicos, los blogs que nos interesan; provocan que a la falta de espacio se sume la escasez de tiempo.

Con menos tiempo y espacio, lo acumulado deviene en inútil. Nos empezamos a dar cuenta que nunca leeremos todo lo que ya hemos adquirido. Educados en una estructura enciclopedista, nuestro sueño de emular a Balzac choca con la realidad de la lucha con el cansancio, la necesidad de vivir de otras cosas que no nos gustan pero que sirven para cumplir con las cuentas que se acumulan mes a mes y que llegado el fin del día uno se sienta ante el televisor o ante una botella para lograr alguno de ellos nos anestesien las desilusiones y los problemas.
A llegar los fines de semanas, nuestros compromisos sociales y familiares hacen que dedicarse a ordenar todo aquel castillo de papeles, libros, archivos que se añejan en los pen drive o en los discos duros suene a un castigo a trabajo forzados.
Dándole una vuelta de tuerca a las promesas que hemos realizado repetidamente ante la proximidad de cada nuevo año, hemos abjurado de realizar en los próximos doce meses lo que no hemos hecho en todos estos años.
Conscientes que la mecha se va a acortando, y que las promesas de cambios ante nuevos años se vuelven ciertamente finitas; decidimos llegar a la medianoche del treinta y uno de diciembre livianos de equipaje. Allí van los recortes, los diarios de viajes y las cajas con papeles repletos de artículos que ya no leeremos a los contenedores de la basura. Limpiamos los armarios, las bibliotecas y el escritorio. Nos desprendimos de todo, para no perder más tiempo (el que ya se nos ha vuelto escaso). Las crónicas de los tiempos, los sentimientos ocurren en este preciso instante. Cuando la melancolía de algún recuerdo nos invada apelaremos a la memoria, que no será demasiado más desacertada de todo lo que escriben otros.

No creemos que mejoremos en absoluto la escasa calidad de nuestros escritos, pero si sentimos que seremos menos esclavo de la información que teníamos acumulada. Igual de mediocres, pero con más espacio para caminar para cuando no encontremos las palabras que necesitamos para expresar lo que sentimos.


2 comentarios:

  1. Fosforito el caballo20 de diciembre de 2013, 17:23

    Lo felicito, suena más liviano; ideal para empezar el 2014. Feliz Navidad y que tenga un buen año.

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  2. Buena idea la liviandad, pero todavía no me convence. En esta me cuesta acompañarlo, aún.

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