viernes, 13 de septiembre de 2013

Viernes trece



Miles de chicos, a los que un plato diario de comida les resulta una experiencia inédita. Millones de personas para quienes llegar a fin de mes, se convierte en una aventura digna de Indiana Jones. Multitudes viajando en transportes públicos, que en nada se diferencia al modo de transporte del ganado hacia su último suspiro.
Medios de comunicación que hablan sobre realidades que uno supone, transcurren en el planeta Venus. 
Políticos que hablan sobre el pasado, tratando de explicar que lo que  pasó pueda ser entendido como otra cosa; convirtiendo en una novela rosa a una cadena ininterrumpida de pesadillas.Y como si no fuera suficiente el tiempo que esto les demanda, van a la carga para proclamar como será el futuro. En el medio se queda el presente, del cual a pocos parece interesarles algo.
Intelectuales que explican en un idioma inentendible, conductas que no puede ser justificadas cualquiera sea el idioma que deseen utilizar.
Personajes que se reciclan, según sea la conveniencia de los vientos que soplan.
De la primavera árabe  generada en las nuevas formas de comunicación a través de las redes sociales, a las más tradicionales formas de las matanzas medievales..
Los diarios que informan como en un mundo tan rico, la pobreza y una vida que no tiene un gramo de dignidad rigen las horas de más de la mitad del planeta.
Un premio Nobel de la Paz, uno más, tratando de convencer al mundo de las bondades de masacrar todo un país.
Una clase media que aún se interroga por donde se escaparon los años de infancia de sus hijos, pregunta que se hacen en un momento de silencio entre la lecturas de los mail de sus blackberrys y las dieciseis horas de trabajo que son necesarias para poder pagar las cuotas del O km. y la hipoteca.
Justificadores de todo y para todos, en la medida que ello justifiquen sus conductas miserables.

Artistas con el adjetivo inseparabale de populares, cobrando millonarios chachets, analizando la pobreza y el sufrimiento de las mayorías desde los barrios más caros de la ciudad.
Amigos que vuelven,  con la necesidad de recuperar un número en la agenda que les permita justificar ante otros oídos, los fracasos de sus vidas. Eso sí, siempre la culpa es de los otros y en la adversidad, esos momentos tienen la responsabilidad de un tercero.
En una tarde desapacible de setiembre, que no parece hacerse cargo de la cercanía de la primavera, mientras pago el café, apago el celular para que ninguna nueva mala tenga por lo menos hoy el mérito de ser agregada a estas líneas

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