Las estadísticas indican que, en Argentina morimos por:1) Enfermedad coronarias 2) Accidentes Cerebro Vasculares 3) Cáncer. 4) Accidentes de tránsito.5) Epoc. 6) Diabetes.7) Enfermedades mentales.8) VIH/Sida.
Esas son las principales causas por las cuales sacamos boleto de ida. Evito insertar en orden alguno el COVID 19, por excepcional, por pandemia y por ende causal hoy universal de muerte.
Lo que me es inevitable citar es otra causal de muerte en Argentina, que por extendida y muchas veces de forma lucrativa, tambien ha sido causal de sobrevivencia de muchos compatriotas...la ingesta de humo.
Sus vendedores, han sacado excelentes dividendos. Han construido sus vidas, conformes a sus expectativas, y el mercado es tan amplio que involucra todo el abanico político-ideológico.
Bajo el heterónimo Álvaro de Campos, Fernando Pessoa escribió ¨Poema en línea recta¨, y en esos versos siento la tranquilidad en su lectura que alguien con el talento del portugués describió de manera excelente, que las más de las veces nos toman de boludos.
Nunca he conocido a nadie a quien le hubiesen molido a palos.
Todos mis conocidos han sido campeones en todo.
Y yo, tantas veces despreciable, tantas veces inmundo,
tantas veces vil,
yo, tantas veces irrefutablemente parásito,
imperdonablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para bañarme,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que he tropezado públicamente en las alfombras de las
ceremonias,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido ofensas y me he callado,
que cuando no me he callado, he sido más ridículo todavía;
yo, que les he parecido cómico a las camareras de hotel,
yo, que he advertido guiños entre los mozos de carga,
yo, que he hecho canalladas financieras y he pedido prestado
sin pagar,
yo, que, a la hora de las bofetadas, me agaché
fuera del alcance las bofetadas;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas
ridículas,
me doy cuenta de que no tengo par en esto en todo el
mundo.
Toda la gente que conozco y que habla conmigo
nunca hizo nada ridículo, nunca sufrió una afrenta,
nunca fue sino príncipe - todos ellos príncipes - en la vida...
¡Ojalá pudiese oír la voz humana de alguien
que confesara no un pecado, sino una infamia;
que contara, no una violencia, sino una cobardía!
No, son todos el Ideal, si los oigo y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que ha
sido vil alguna vez?
¡Oh príncipes, hermanos míos,
¡Leches, estoy harto de semidioses!
¿Dónde hay gente en el mundo?
¿Seré yo el único ser vil y equivocado de la tierra?
Podrán no haberles amado las mujeres,
pueden haber sido traicionados; pero ridículos, ¡nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin que me hayan traicionado,
¿cómo voy a hablar con esos superiores míos sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.
yo, tantas veces irrefutablemente parásito,
imperdonablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para bañarme,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que he tropezado públicamente en las alfombras de las
ceremonias,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido ofensas y me he callado,
que cuando no me he callado, he sido más ridículo todavía;
yo, que les he parecido cómico a las camareras de hotel,
yo, que he advertido guiños entre los mozos de carga,
yo, que he hecho canalladas financieras y he pedido prestado
sin pagar,
yo, que, a la hora de las bofetadas, me agaché
fuera del alcance las bofetadas;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas
ridículas,
me doy cuenta de que no tengo par en esto en todo el
mundo.
Toda la gente que conozco y que habla conmigo
nunca hizo nada ridículo, nunca sufrió una afrenta,
nunca fue sino príncipe - todos ellos príncipes - en la vida...
¡Ojalá pudiese oír la voz humana de alguien
que confesara no un pecado, sino una infamia;
que contara, no una violencia, sino una cobardía!
No, son todos el Ideal, si los oigo y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que ha
sido vil alguna vez?
¡Oh príncipes, hermanos míos,
¡Leches, estoy harto de semidioses!
¿Dónde hay gente en el mundo?
¿Seré yo el único ser vil y equivocado de la tierra?
Podrán no haberles amado las mujeres,
pueden haber sido traicionados; pero ridículos, ¡nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin que me hayan traicionado,
¿cómo voy a hablar con esos superiores míos sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.
Ser un esceptico, muchas veces es un pose cool que pretende evitar todo compromiso y otras tantas es repudiada por los adoradores de los discursos de la salvación. La salvación de las almas, de los pobres, de la libertad absoluta (tan absoluta que se corroe de tan capitalista).
Envidio a los tipos de fe, de la fe religiosa . De aquellos, que tienen una última tabla donde agarrarse, cuando la realidad te pone dos metros bajo el agua. Siempre he tenido fe en otras cosas, firmemente he creído y con la misma intensidad al cabo del tiempo, me he sentido defraudado.Y de manera concurrente, han creído en mí y los he defraudado. No se si hacerse cargo de esto hace la diferencia, o quizás lo resignifica, de conformidad al léxico pedorro de los actuales tiempos.
Empiezo a conocer las orillas del escepticismo sin demasiado tiempo para conocer nuevas costas. No me jode la decepción, me molesta desconfiar en que los últimos paraguas me protejan de la lluvia.
No me siento mejor o peor por pertenecer o haber pertenecido a determinadas cofradías. Siento orgullo de los míos, de aquellos que han transpasado toda frontera de generación o ideología. Tambien ese orgullo conmulga con el dolor, a la manera descripta por Allen Ginsberg en su ¨Aullido¨...¨Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo¨. Posiblemente no haya pinchazos, a veces si. Lo que ninguno de ellos han dicho, es que han sido superiores al resto.
Mi último paraguas respira comodidad disfrazada de sacrificio. En el mejor de los casos, un sacrificio ya hecho mucho tiempo atrás. Escribo esto en el día cien mil de una cuarentena más o menos, donde hemos aplacado la curva o la hemos ocultado. Donde queremos abrir todo en el medio del desastre, o me cuentan los muertos junto a una payasa. Hay más tela para cortar, hay más historias para contar. Solo se trataba de desentumecer las manos.
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