Hasta luego Doctor


¨...Muere lentamente quien no gira el volante cuando esta infeliz
con su trabajo, o su amor,
quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir detrás de un sueño
quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,
huir de los consejos sensatos…¨


(Quien Muere? Pablo Neruda)

Muchas veces, el silencio y la distancia son las formas menos dolorosas de una despedida. En algunas otras, quizás las menos, el contacto y las palabras tienden a disminuir la intensidad de la tristeza.
En esta mañana de abril pandémico, me llega la tardía noticia de la muerte de Jose Patricio. Doctor Torre fue siempre mi forma de mencionarlo.
De una natural forma antediluviana, jamas lo tutee. Justo yo, que he hecho del uso del usted una práctica tan usual como la letra cursiva.
En modo alguno, ese formal trato significó distancia. Un tipo con carácter afable, verborragico en modo habitual, con superlativos conocimientos jurídicos e históricos, de una humildad y generosidad que difícilmente vuelva a conocer, sanmartiano de ley, casado desde tiempos inmemoriales con Doña Marta, peronista e hincha de Racing. Un buen tipo, uno de los que elegís en la pisada del potrero para que te acompañe a jugar este complicadísimo clásico que es la vida.
Dicho de tantos, pero esta vez nunca mejor aplicado, uno de los imprescindibles.
Tuve la suerte de presenciar sus clases de derecho, dadas en las mesas de café, en un pasillo, o a través del teléfono. Con  virtuosismo dado a pocos, alumbraba los lugares más nebulosos del derecho y a modo de cuento para pibes te relataba momentos complejos de la historia universal.
En ambientes tapizados por los intereses y las traiciones, lo vi elegir el lugar de los perdedores sin especulaciones y  por intima convicción. Siempre tenía tiempo para darte tiempo, moneda escasa en las épocas que corren.
 Cuando obtuve mi título en la facultad, comenzó a tratarme como su colega. Siempre le manifesté que eso era una exagerada muestra de cariño. Preferí  considerarme su alumno, un pertinaz y mediocre aprendedor de sus conocimientos inabarcables.
A través de los años recibí el cálido trato que muchas veces dan los padres a los hijos, y en esos momentos de charlas que comenzaban en el fútbol, pasaban por el Derecho y que inexplicablemente culminaban en alguna batalla de la independencia sentí también la presencia de mi viejo.
Recurrentemente citábamos el Santo Grial de los abogados laboralistas, San Jefe de Personal, San Delegado y San Contador; sin quienes muy seguramente llevar el mango a casa me hubiera sido muy complicado.
Tipeaba los teclados con dos dedos a modo de oficial de comisaría y a la velocidad de un concertista de piano. Nunca necesitó tener un Código a mano para transcribir de manera textual un artículo, ni hojear libros jurídicos para invocar citas de Fallos, y de los escritos salidos de ese vertiginoso tipeo tuve entre mis manos respuestas que venían anexadas de conejos y galeras.
Por motivos que no vienen a caso traer a cuenta, dejamos de vernos con la frecuencia que lo hicimos durante más de veinte años. Pero siempre estuvo predispuesto a darme una mano, al solo pedido de auxilio a través del teléfono.
En los últimos tiempos abrió una cuenta de Facebook, a través de la cual solía comentarme mis post con una lucidez a prueba de cualquier óxido. A medida que se espaciaban sus comentarios, empecé a sospechar que su salud empezaba a menguar. Entonces, esporádicas llamadas a su casa, me confirmaron que no andaba bien pero que su hidalguía aminoraba los impactos del paso de los años.
Tengo aún guardado un borrador de un futuro libro que nunca vió la luz y que versaba sobre un tema muy poco tratado en el derecho laboral; me lo entregó como acto de cariño y haciéndome creer que pudiera sugerirle correcciones. Una tarea tan adecuada como explicarle como gambetear a Bochini o darle sugerencias a Riquelme de como se patea un tiro libre.
En aquellos tiempos donde casi siempre después del mediodía compartíamos café en mi oficina y a tenor de una charla que no se como derivó en ello, hicimos un pacto. Cuando llegado el momento de la muerte de alguno de los dos, el otro sería el que daría el discurso de despedida en el entierro.
Ese acuerdo data de hace más de quince años, pero nunca me dejó de rondar en la cabeza. Por diferencias de edades, parecía natural que el que debiera dar el discurso de despedida era yo. Siempre sentí que esa, era una responsabilidad que me iba a pesar demasiado. Cada tanto me acordaba de ello, y siempre tal situación me ponía tenso. Que palabras podría usar para describir lo que fue en vida? Cual sería los términos que podría usar para expresar mi amor hacia él sin caer frases trilladas? y conociéndome un poco...como carajo iba a hacer para evitar llorar antes de terminar la primera linea?
Ahora, que su muerte sucedió, que la noticia me llegó muy tarde y no hay entierro solemne para cumplir mi parte de nuestro pacto; pareciera que me he  desligado de ese compromiso. Pero no, siento que debo cumplir mi parte y despedirlo. Es otra despedida, que quedará entre él y yo. Pero que tiene igual peso y responsabilidad, y por eso escribo estas líneas cientos de veces pensadas pero nunca escritas:

Voy a cambiar mis costumbres. Hoy, por única y última vez voy a tutearte. Vos sabés que antes me era imposible. Lo que en vida fue un enorme respeto y cariño, hoy el afecto y el amor prima para dirigirme a vos. Lamento no haber podido estar a tu lado en los últimos tiempos, paro ello no hay excusas valederas aunque vos hubieras encontrado las razones de las dispensas. Pero como verás, cumplo con mi parte de lo que pactamos en aquel edificio de la calle Perón que nos vió compartir tantas cosas. Hoy te escribo para despedirte, pero fundamentalmente para darte gracias. Gracias por tu generosidad, tu humildad y tu amistad. Me trataste como un par, sabiendo perfectamente que no lo eramos. Pero vos siempre lo hiciste así. Gracias por enseñarme que hay gente que nace con vocación, ama lo que hace, y exhuda su pasión en todo acto que hace. Siento que vos no eras un hombre del Derecho, el Derecho era tu ADN y tu grupo sanguíneo. Gracias por enseñarme tanto, de Historia, de Derecho, y de como uno debe de aprender de las derrotas para volver a la pelea. Fuiste Juez y cuando llegaron los milicos, preferiste irte antes que violentar el juramento que hiciste ante la Constitución. Te echaron de la Facultad, y no llevaste un estandarte de esa persecución. Fuiste vos, ante cualquier situación, y eso no lo hace cualquiera. 
Las jerarquías eran solo aplicables para los que tenían un rango mayor al tuyo, para el resto de los mortales vos fuiste siempre un par para el resto de la tropa. Esto te hizo un grande, y de esa manera siempre te voy a recordar.
Ya no tendré la oportunidad de disfrutar tus charlas que siempre devenían en clases magistrales de historia. Y no nos podremos chicanear después de un clásico de Avellaneda. Difícilmente encuentre a otro llevar con tanto orgullo un celular atado con banditas elásticas, ni quien llevara su agenda y sus papeles con tanta elegancia dentro de una bolsa de supermercado. Maestro de convertir lo difícil en algo simple, debo reprocharte que este pacto que acordamos me es muy difícil . Pero me detengo a pensar que las despedidas nunca son fáciles. Que van acompañadas de dolor, tristeza y la certeza de que muchas cosas no van a volver a suceder, que las lágrimas que acompañan estas lineas me liberan de la impotencia. Que el recuerdo es el mayor de los legados, y que el amor bien merece un pacto. Hasta luego José Patricio, si hay algo más allá de esto, voy a buscarte en el algún Tribunal y ahi seguramente te voy a encontrar. Y te voy a dar el abrazo, que me quedó pendiente pero que no prescribe.




Comentarios

  1. La casualidad? o la causalidad me trajo hasta aquí.
    Muy sentidas palabras que además son totalmente merecidas para esa persona que en vida supo ser un grande, y cuando digo un grande seguramente me quedo corta. Pero los grandes no se van nunca, quedan en la memoria de aquellos que los aman, su familia, y a quienes como en mi caso, tocaron su vida de una u otra manera.
    Me llegó la triste noticia a través de tu llamado Marcelo, esa noticia que no hubiera querido recibir porque nunca queremos ser receptores y mucho menos portadores de ella. Yo también tuve la inmensa suerte de compartir muchísimos años (más de 40) en los que me honró con su amistad y compartió su sabiduría.
    Recuerdo entre muchas otras cosas y me saca una sonrisa el hecho de que cuando llegaba los miércoles revisaba "pelo y barba", lo que significaba que debíamos estar maquilladas, ya que decía que para ver caras de culo le alcanzaba con las que veía en tribunales cada vez que tenía que ir a presentar un escrito.
    Que decir de las enseñanzas de vida y por supuesto las inherentes a su profesión que impartía sin proponérselo?, donde con su particular modo y siempre de un excelente humor derramaba conocimiento y sabiduría por doquier, dueño de una memoria prodigiosa que humildemente le envidié y envidio hasta hoy.
    En todos los años que lo conocí solo una vez lo vi enojado y te juro que no me hubiese gustado tenerlo en frente en algún tribunal.

    Yo sí te voy a tutear, porque también tuve la oportunidad de hacerlo en vida, tal vez tomándome atribuciones que por supuesto me permitiste, pero siempre con todo mi respeto y admiración. Siempre me decías "cuando vos naciste yo entraba en el servicio militar" y a partir de ahí con tu prodigiosa memoria y dueño de un humor envidiable, narrabas innumerables historias de vida compartidas con quien es tu gran compañera Doña Marta y tus hijos Patricio, Cristina y Horacio y qué decir del "Juampi", tu amado primer nieto, que hacían las delicias de quienes las escuchábamos con atención. Cumplís años el 5 de agosto, el mismo día que uno de mis sobrinos, ese que es contemporáneo con Juampi, y cuando llamaba para saludarte siempre me devolvías el cumplido para él.
    También recuerdo que cuando murió mi papá te hiciste presente, habiendo salido de una operación de columna, apoyándote en dos bastones y subiendo un piso por escalera acompañándonos en esos momentos, por lo que una vez más demostraba el afecto y por qué no el cariño que tenías también por mi familia.
    Lo único que te puedo reclamar querido Dr. Torre es que fueras fanáticamente peronista, hasta a veces rondando con el fundamentalismo, pero qué le vamos a hacer? nadie es perfecto, yo también tengo defectos y muchos.
    Posiblemente a nadie o a muy pocos le importarán estos recuerdos de mis vivencias, pero me siento bien al dejarlos plasmados en estas pocas pero sentidas palabras y como dije al principio los grades no nos dejan nunca, viven en el corazón de aquellos que los conocimos. Hasta siempre querido Dr. Torre.

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    1. Gracias por haber llegado a este blog. Muy cálidas tus palabras describiendo tus vivencias. Hemos tenido el placer de conocer una alma bella. Saludos.

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