Un millón de pibes sin clases desde hace diez días y la noticia progresivamente se va reduciendo aceleradamente en la tipografía de los diarios. La clase política apela a un compromiso moral, que ella desconoce, para lograr que los maestros vuelvan a las aulas y den comienzo a las clases.
Una dirigencia multimillonaria, que trata de egoísta a laburantes que tratan de defender el poder adquisitivo de sus salarios de una inflación acumulada durante años y negada por el gobierno de turno que dice defender sus derechos.
Barrios de clases laburantes asoladas, por robos y homicidios. En el mientras tanto la discusión de un Código Penal en términos farandulescos. La propuesta de un régimen punitivo dificil de digerir por sectores a los que diariamente la tenencia de un celular o un automovil comprado a mil doscientas cuotas le puede costar la vida.
La condena social a la proliferación de territorios dominados por el narcotráfico y el record de audiencia de una serie sobre Pablo Escobar, puesto como un Robin Hood enuna Latinoamerica saqueada por todo tipo de lacra politica.
Barras bravas que te impiden volver sano de una cancha de fútbol, con múltiples conexiones con la policía, la dirigencia gremial, las conducciones de los clubes y de todos los partidos politicos.
Dos millones de trabajadores, dejados al azar para volver a sus casas; como consecuencia de una protesta por otra muerte de un colectivero.
Jueces sospechados de coimeros, paralizando allanamientos por medio de la oportuna llamada telefónica de un empleado del poder. Medida adoptada con igual velocidad con la que sobreseyeron a políticos que no pueden justificar sus patrimonios o porque le pinchan los telefonos a los opositores.
Maradona, convertido en general bolivariano a cambio de unos cuantos dólares, embaranzando a otra rubia, negando el apellido a otro hijo y volviendo a hablar de códigos.
Mientras todo estos pasa por la cinta de Moebius, en Buenos Aires; otro día comienza.
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