lunes, 14 de octubre de 2013

Hielo, en una tarde domingo



Los domingos que forman parte de fines de semanas largos con un lunes como feriado, son domingos pero no tanto. Muchos los viven como un segundo sábado, que les permite postergar la melancolía que arropa a los humanos en el cenit de sus tardes.
En estos días las confiterías porteñas suelen tener mayoritaria concurrencia de mujeres que pueblan la patria  sexagenaria, de su mayoritaria presencia ignoro los motivos . Quizás sea que después de determinada edad los que se empiezan a ir antes sean los del sexo masculino. O tal vez después de tantos años de convivencia, los caballeros consideren al fútbol como un espectáculo irrenunciable que no puede trocarse por una salida para compartir un cerveza o unos cortados.
En uno de estos días, con la primavera calentando motores transformando a los fines de semana en puertas abiertas para salir a ver el sol , decido tomarme un cortado que me ventile la cabeza y me permita desarrollar el gusto intenso por un libro bien escrito. Llevo mi libreta de apuntes para poder apropiarme de alguna frase inteligente que logre terminar alguna historia a la que le falta un disparador. 
Sobre el comienzo de la noche, me siento en las proximidades de una pantalla que muestra los últimos minutos de un partido en la Bombonera. Las imágenes sin sonido, me liberan de tener que soportar esa inacabables listas de frases de compromiso a la que recurren por igual los periodistas deportivos como los jugadores de fútbol. Un problema menos.
 A poco de llegar, en la mesa contigua se sienta un parroquiano de manera de quedar los dos cara a cara. Los mozos lo saludan, y le preguntan si va a consumir lo que pareciera ya formar parte de un rito, con el debido gesto afirmativo en un par de minutos aparece la botella de un whisky barato con el clásico baldecito de hielo. Mi vecino de mesa, con una campera de gabardina, camisa a cuadros y una remera gris  parece  haber exagerado el abrigo para la temperatura reinante. Portando una gorra, que no se sacará en ningún momento y que no logro descifrar si es para ocultar  una calvicie pronunciada o forma parte fija de su ajuar; saca de su bolsillo una pequeña hoja de anotador y una birome bic negra. Su barba canosa le dan un toque melancólico. 

La pequeña hoja tiene cuatro o cinco líneas escritas. Bebe el whisky con calma, dudo si para disfrutar cada sorbo o para que la medida dure lo máximo posible a fin de  poder sortear la escasez de fondos.
Durante más de veinte minutos, su mirada permanece extraviada. Me es muy difícil no fijarme en el, cuento con la tranquilidad de que mi actitud no le resultara molesta. Está ajeno a todo lo que lo rodea, las jubiladas de tertulia, los padres con pibes bulliciosos, el fútbol televisado y mi propia presencia. 
Por momentos, sus ojos se humedecen con mayor intensidad para luego sin encontrar el motivo de ello, sus ojos se vuelven calmos y tristes. Su mirada parece estar dominada, con mayor o menor posibilidades de lágrimas, por el dolor. 
En esos minutos parece realizar un viaje intenso hacia otros momentos de su vida. Me intriga poder leer esas cuatro líneas escritas en esa pequeña hoja. Durante el tiempo que permanezco en el bar, no le veo escribir ninguna a las que venían en el papel desde el momento en que la sacó del bolsillo. 
Su imagen cargada de tristeza, me invita a tratar de imaginar a que lugar de su alma dirige su mirada. El final de una pareja?, la muerte de un ser querido?, el abandono de toda una familia?. Ninguna respuesta me parece dirigida hacia algún lugar feliz de su existencia. Ese hombre se encuentra solo en un lugar colmado de gente. Su viaje interior lo abstrae de cualquier tipo de contacto. La tristeza de su mirada me abruma, me empieza a resultar incómoda y siento que su retrato del  desencanto me empieza a resultar contagioso.
Pagó mi café, guardo el libro que no hojeé. Me voy, deseando que ese hombre encuentre en su mirada algún lugar que le dé descanso a tanta angustia. 
Los domingos no parecen ser todos iguales, pero este  cumple todos los parámetros.



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