miércoles, 31 de octubre de 2012

El reclicaje, un elemento tóxico.

Se conocieron y se deslumbraron mutuamente. De forma fatídica, vivieron ese romance adolescente en un momento de un país, en el cual el delito más castigado era el deseo.
Ella no podía darse el lujo de perder la virginidad a manos de un impresentable para su familia.
El no podía creer que, acariciar parte de  su cuerpo pudiera ser su mejor logro afectivo.
Siempre fueron personas que no podían encontrarse, pero el amor hace cosas raras.
La lógica logró otro victoria, y el romance fue lo fugaz que la cordura indicaba.
El tiempo agiganta, y embellece historia. También separa a la gente, de manera tal que muchas veces (la mayoría) un nuevo encuentro queda afincada en el continente del que pasaría si.
Internet, las redes sociales han puesto ese paradigma en duda, y en muchos casos lo ha destrozado.
Ciertamente los pensamientos en un domingo por la tarde recordando a alguna persona y no tener ninguna herramienta para encontrarla; en la que lo que los únicos elementos pueden ser agendas de teléfonos amarillas y en las cuales ningún teléfono tiene como primer numero de la característica el cuatro, hace que ese pensamiento muera en una densa melancolía.
Esa misma acción, puede variar de sentido y de resultado con tan solo "googlear" un nombre y un apellido. Y esa búsqueda encuentra el resultado adecuado, empieza otra manera de ver las cosas, a manera de reciclado.
A veces la vida, como para jugar una mala pasada, permite los reciclajes emocionales. Esos reciclajes que no dañan el medio ambiente, pero dejan marcas en los corazones.
El reciclaje permite recuperar hechos, vivencias o sucesos imaginarios. El único problema es que, aparecen en momentos en que los protagonistas  se encuentran vinculados a otros seres.
Será la ansiedad de un deseo obsesivo? Si lo es, debe convivir con la existencia otras personas, en la cual se han sumado nuevos actores que imposibilitan el reestreno de una obra a la cual se han sumado nuevos actores de reparto.
La potencia de los caracteres se han puesto proporcionalmente inversos a la firmeza de las carnes y esa dificultosa recreación de encuentros carnales en lugares que, en otra épocas tenían un excitante encanto  y que hoy solo mantienen ese pertinaz olor a desinfectante
La fantasía de recrear grandes momentos, quizás nunca sucedidos devenidos rápidamente en reproches por la atención obligatoria a smartphones  que suenan en momentos inoportunos.
Agendas que se completan y molestan al otro. Continuas imposibilidades de encontrarse. Nombres guardados con seudónimos en los directorios de los celulares.
Y el comienzo de algunas certezas....como ser que algunos encantos se han vueltos manías dificiles de soportar.
Quizás la versión más problemática de estos reciclajes sea la de los encuentros no consumados, que potencian hasta el infinito las irracionalidad del imaginario.
Anidamos la esperanzas que, los buenos recuerdos, las buenas historias y los buenos amores; se hayan mantenido en ese mismo lugar y de la misma manera. Pero ya lo sabemos, el río nunca es el mismo.
El agua pasa a manera de días, meses y años. Pasa a manera de parejas, divorcios, hijos, alegrías y frustraciones. Pero seguimos alimentando la esperanza que nosotros no cambiamos y de esa esperanza o necesidad, nace la idea que los otros tampoco hayan podido cambiar.
Siempre existe el deseo de volver a hacer el amor, en ese banco de dibujo en la cual alguna pared de oficina perdió su pintura y su revoque. Pero los bancos están muy altos, y es posible que rapidamente los dolores de cintura aparezcan
Aunque es posible en que ese nuevo encuentro, de aquella adolescente reprimida, descubras en su cuerpo en esta mujer algunos tatuajes inimaginables y excitantes
Los tiempos se acortan para el vértigo, y aunque el vértigo dure un lapso corto, a esta altura de partida produce mareos.
Existe en estos nuevos encuentros, algunos elementos nuevos y que no existían en aquellos otros lejanos. El escepticismo, no era una palabra ni una sensación en aquellos encuentros. En forma exacerbada, este sentimiento deviene en cinismo y con el es fácil tener un poquer de ases en la manga.
Algunos de los dos, luego de haber pasado la prueba de las sábanas, trata con frases remanidas volver a atrás lugares que no se debían haber cruzado.
"El es un buen tipo, ya no lo quiero, pero me da la seguridad que vos no estas dispuesto ni siquiera a pensar en darme". "Ella a quien ya no deseo, es la madre de mis hijos y con ella construí esta familia, que no será la mejor, pero es la que no estoy dispuesto a perder"
Vendrán dos o tres reuniones en cafes cada vez con más apuro, para que ambos se den cuenta que no están para dar juego a esta partida.
Luego, lo conocido, haber tenido la oportunidad de haber vencido la barrera de alguna asignatura pendiente o alguna venganza contra su actual pareja.
El reciclaje emotivo, plantea mayores dudas acerca de donde guardarlo que la peligrosidad de acopio de pilas o baterías de celulares. Seguirá siendo por mucho tiempo, una manera de darnoa cuenta en que nos hemos puestos mayores y la que las batallas emprendidas tienen más derrotas que victorias. Vida de gente común, expuestas al juego de pasiones extraordinarias.

viernes, 19 de octubre de 2012

ARTURO


La designación del primer trabajador, ha sido un título asignado desde que tengo uso de razón, al Gral. Perón.
En mi caso,ese título era la descripción de otra persona.
Trabajó durante cuarenta y dos años en la misma empresa, ese solo dato hace que para mí ese rotulo le pertenezca con total justicia.
Su historia, comenzó mucho antes en una ciudad de la costa atlántica del sur de la provincia de Buenos Aires.
Grabada a fuego, me quedó esa anécdota que me contó sobre aquel día que pasó llorando en un banco de plaza de la ciudad de Necochea. Sus padres le habían informado que, el colegio a partir de ese momento, había pasado a ser historia y que de allí en más se iba a incorporar a un ejercito de miles de pibes que trabajaban para llevar algún garbanzo a la casa.
Difícil me fue siempre, aprehender en toda su magnitud el dolor que le significó la comunicación de la muerte de su infancia; con que tipos de herramientas pudo seguir adelante cuando la parte más tierna de la vida de un hombre se mutila, decisión fundada en las realidades económicas de la época.
Como si esto fuera poco, la temprana muerte de su padre, lo obligó a recalar en Azul para irse a vivir con su tío. Allí también, la muerte se dió otra visita y marcó la partida de quien se había quedado a cargo de su crianza. Como nueva lección de vida, en esa situación aprendió como una familia puede transformarse en una bandada de chacales para pasar a revisar todos los cajones de la casa buscando los pocos bienes que el difunto había dejado como producto de su paso por la vida.
Así fue que en el poco tiempo en que todo hombre debería ser dueño de nuevos conocimientos y recurrentes afectos; se inició en el mundo laboral y en el conocimiento de las miserias humanas.
La vida de los hijos de inmigrantes en la Argentina granero del mundo, no sabía de juegos y tareas escolares.
Con su madre y sus dos hermanos, terminó recalando en la Avellaneda fabril de la década del treinta.
Otro italiano ganó el corazón de su madre, y a modo de pioneros de las familias ensambladas, llegaron otros cuatro hermanos para integrar la familia.
Avellaneda en esos años, eran un montón de archipiélagos cruzados por pequeños brazos del Riachuelo. Los frigoríficos, los talleres y los nuevos habitantes hicieron que fuera necesario un rellenado urgente  de barrios que parecían islas y que dieran impulso a esa Argentina preperonista.
Confluyeron allí, la primeras y segundas olas inmigratorias europeas corridas por la primera gran guerra y con el faro iluminador de saber que, con trabajo había comida, y el trabajo no faltaba. Esa inmigración se fundió con otra, venida de tierras más cercanas y que pertenecían a la Argentina profunda, hartos de estar sometidos a los caprichos de los caudillos electorales que daban por votados a aquellos que no había llegado aún a la mesa de los comicios; a ese hastío se mezclaba el cansancio de trabajar de sol a sol en los campos y que con lo producido con ese sacrificio nunca rindiera otra cosa que la subsistencia para ver como después esos animales, las cosechas y los litros de leche le rindieran a gente de apellidos patricios las fortunas que le permitirán realizar esos viajes a la vieja Europa, que estaba a punto de estallar en otra guerra.
De esa masa inmigratoria venida desde el otro lado del océano y desde las entrañas de la patria se poblaron los bordes de la Capital Federal.
De esa población, se conformaron los conventillos de La Boca, que se fueron extendiendo como brazo natural en la Isla Maciel y el Dock Sud. Las casas chorizos, lugar de residencia de más de una familia, se ramificaron por Avellaneda y Lanús hasta el límite en donde aquellos partidos se extendían.
En Avellaneda, luego de varios trabajos menores y mal pagos, entró a trabajar a la refinería de petroleo donde pasará gran parte de su vida. Soltero, con un sueldo que le permitía bancar la casa y darse algunos gustos, empezó a construir una vida sin sobresaltos. Nunca para tirar manteca al techo, pero siempre con margen para parar la olla.
Al empezar a husmear en su guardarropa, siempre me extrañó ver tantos trajes. Que sumaban cinco pero que me parecían demasiados para un tipo que siempre trabajó en una fábrica.
Cuando supe que gustaba del teatro y del cine, empecé a entender algunas cosas. En su época nadie iba a esos lugares sin traje y sin corbata. Y distribuía la semana entre dos o tres veces al teatro y otras tantas al cine.
Fue amante de las películas de cowboys y del cine negro (aunque el nunca conociera esa denominación para las films  de detectives)
Y mas allá del teatro y del cine, tenía una cita obligada los domingos ( cuando ese día solo pertenecía a los ravioles y al fútbol), y a través de ella recorrió todas las canchas del país (cuando el país futbolero tenía como mayor límite la ciudad de Rosario).
Vio a Erico, a Ceconatto Lacassia Grillo y Cruz, también vio a Navarro y Rolán, fue testigo de la victoria contra el Santos de Pelé en Avellaneda y también lo vio al Bocha. Demás esta decir que era hincha de Independiente.
Pero como todos los futboleros de aquellas épocas gozó con la maquina de River, con Angel Clemente Rojas, con los carasucias de San Lorenzo y hasta podría decir (aunque nunca me lo admitió) con el Racing de José.
Siempre tuve claro que había un equipo que detestaba, y ese equipo era Estudiantes. Nunca se bancó que se elogiara al antifubol. Odiaba la forma desleal de jugar, aunque esa forma triunfara. Los analistas del deporte podrán decir otra cosa, pero yo me quedé pegado a su pensamiento.
Cuando ya todo su entorno y por sobretodo su familia, le habían puesto la etiqueta de solteron; sorprendió a todos casándose con un entrerriana diez años menor que él. A sus cincuenta ya todos lo calcularon material de descarte pero no solo se casó, sino que a la edad en que todos empezaban a ser abuelos, no tuvo mejor idea que ser padre.
A los dos días de haber nacido su primogénito  nadie hubiera imaginado que no concurriera a ver su mujer y su hijo (nacido por cesarea, con los riesgos que eso significaba a comienzos de los sesenta del siglo pasado) para irse a ver el clásico. Ese día, como regalo de su flamante paternidad , Independiente le ganó 3-1 a Racing.
Baldeaba el patio de su casa a horarios hoy increíbles, y a las siete de la mañana ponía la radio eléctrica a todo volumen, para que los tangos invadieran esas mañanas de Piñeyro. Sus vecinas, adorables sesentonas, adoraban ese fondo musical que hoy cualquier vecino podría reconvertir en una puteada.
En año 1973, ya estaba para jubilarse, y todos sus compañeros lo cargaban acerca de lo felices que iban a ser cuando lo pasaran a retiro. Ironías del destino, el 25 de mayo de ese año, mientras asumía Cámpora, la fábrica cerró y los únicos que quedaron fueron los viejos que estaban para jubilarse. Durante cinco años fue sereno, con los otros dos que tenían su edad y que estaban para el retiro. Formó parte de un trío que tenía a su merced la custodia de lo que había sido una refinería de petroleo y a ninguno de los tres se le pasó por la cabeza llevarse ni siquiera un tornillo.
Cuando la fábrica se vendió, su patrones le dijeron que se llevara lo que quisiera. Lo que se llevó de allí fue una pileta y un armario para su hijo.
Se fue de vacaciones dos o tres veces en su vida, pero nunca le dio mucha bola a eso.
Amaba cuidar la parra de su patio, y recoger la uvas cerezas que estaban a punto en marzo.
Luego de su ulcera,  después de seis años, volvió a fumar. Cuatro cigarrillos al día, fumaba Particulares 33, uno después del mate otro después del almuerzo un tercero después de la merienda y el último después de cenar.
Con el pisé por primera vez, a mis ocho años, la cancha de Independiente. Me fue llevando de a poco, primero los partidos con rivales que casi no  traían hinchada que casi siempre era los partidos que se jugaban los viernes. Después de casi dos años me llevó al primer clásico.
Ya en los comienzo de mi adolescencia, me dio la libertad de dejarme ir a otra tribuna donde se veía mejor pero que a el le costaba llegar. Su generosidad hizo que ,contraviniendo su costumbre de irse cinco minutos antes de terminar el partido, me esperara en la salida de la doble visera, entendiendo esa pulsión distinta que te otorga la juventud.
Tuvo el arte, cuando yo era niño, de hacerme unas escopetas de madera con las cuales superé las siestas sureñas en un juego solitario contra ejercito enemigos.
Supe de su emoción de recibir una carta que le remití desde Misiones, cuando el ya estaba enfermo y yo no sabía nada sobre eso.
Aprendí de el, la pasión por la lectura de los diarios y la compañía de la radio.
Quizás tuvimos poco tiempo para conocernos, se que me enseñó mucho, también se que su partida me marcó más ; pero  por sobre todas las cosas sé que ese tipo fue mi viejo, que  somos tocayos porque me legó su nombre y que en un día como hoy hubiera cumplido cien años .
A manera de celebración tomo una copa de vino a su memoria  y escribo estas lineas  a manera de homenaje. Que te encuentres bien, porque siempre te lo mereciste, en el lugar que estes. Siempre te voy a querer mucho.