Despues de todo, siempre termina llegando. Irremediablamente, con los relojes como aliados, llega en punto. Te hace dejar atrás quince o veinte días de saludos huecos, sin afectos y llevados a cabo para no quedar uno como un ser escapado de alguna caverna.
Los balances, resumenes e inventarios realizados quedan evaporados por la magia del olvido. Es hora recomponer ese cuerpo tan castigado por el alcohol y la cocina.
Su arribo da por finalizada la temporada alta de suicidios. Crecen los vaticinios sobre lo que intentaremos hacer, las propuestas de cambios y los hechos que sucederán; y que serán desconocidos al llegar otro diciembre.
Dejaremos pasar una igual cantidad de tiempo, hasta el proximo encuentro, el deseo de sucesos trascendentales y el nuevo llamado telefonico.
Habremos consumidos un par de días en encuentros a las apuradas, bajo el imperio de la obligación del brindis.
Enterramos años, decadas y para algunos testigos privilegiados les toca en suerte ver el despertar de nuevo siglo. Mientras el calor derrite los cubitos, vemos llegar al año nuevo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario