jueves, 29 de septiembre de 2011

Adrián

Nos conocimos en el setenta nueve.Aunque desearía que ese fuera el numero que identifica a una linea de colectivo, el tiempo ha pasado vertiginosamente y ese es el año del pasado siglo en que nos cruzamos. 
Jamás hubiera imaginado que nuestra amistad viajaría por ese gran océano de los almanaques y resistiera el oxido del olvido.En aquellos tiempos, que cuesta imaginar en el presente; el colegio era el universo que contenía a nuestra adolescencia. Las horas de gimnasia, en esas tardes interminables de fútbol en Parque Dominico comenzaron a soldar esta relación que seguramente en aquellos días denominarla amistad, era un dato relativo.
Sin características delictivas, el fue el que me inició en el mundo de los asaltos. Su militancia religiosa de aquella época, le permitió ser el dueño de la llave a un mundo que a los quince se vuelve el paraíso; el de las chicas. Su generosidad me permitió compartirlo, aunque en algunos momentos mi misoginia y mi timidez me hiciera de alguna manera sufrirlo.Aquellas vivencias de grado, permitieron  transitar de manera cómoda el posgrado de los cumpleaños de quince y los primeros bailes.
Aquella adolescencia, con el lógico movimiento revolucionario de las hormonas, era intransitable sin fútbol y música  
Fútbol practicado hasta el cansancio y visto de manera esporádica. En épocas de jugarlo de lunes a sábado y verlo los domingos. Fútbol en blanco y negro, de relato radial, sin monopolios ni cables, fútbol de todos sin transmisión eterna del negocio.
Música de escasos vinilos y cassettes. Discos escuchados hasta que las púas pegaban dobles saltos mortales en los surcos, hartas de transitar por los mismos temas durante cientas de tardes sureñas. Cassettes en que los cantantes iban en engrosando el tenor de su voz, producto de esos continuos forward y rewind que terminaban empujados por el canuto de una bic que los sometía a esa volteretas en el aire a fin de encontrar rápido "ese tema". Música conocida por radio, A.M. obviamente, conocida gracias al acuerdo de los programadores de la radio con los grandes sellos discográficos
De no ser por su centro musical Sansui, jamás podría haberme hecho de mis copias de cassettes de aquellos discos de Serú Giran, Led Zeppellin y aquel Roque Narvaja convertido en un amante de cartón en los primeros ochenta.
Fuimos testigos de las modas, las zapatillas All Star, los Levi´s etiqueta roja, las remeras Pengui, los carpinteros Little Stone, los discos y cassettes importados que ingresaban al país haciendo surf en la tablita de Martinez de Hoz.
Caminamos y dejamos el surco en vueltas infinitas en aquellos mediodías post escolares de Vía Roma. Imaginariamente subidos a caballos de calesitas, tratamos en esas vueltas, de sacarnos la sortija que tuviera las respuestas a la vida; que sin galerías ni secundarios seguimos buscando aún hoy.
Compartimos Bariloche, viajes fronterizos, analizamos exhaustivamente todos  los amores y desamores que a cada uno nos tocó suerte por aquellos días.
En un determinado momento uno empieza a comprender que el secundario es esa instancia de la vida que no volverá, y que se agranda, magnifica y embellece con el paso del tiempo; pese a ello el tiempo y la vida nos siguieron uniendo.
Finalizada aquella etapa, tuvimos toda la vida por delante. Y quizás tan delante la tuvimos, que nos la llevamos puesta. Terminada la secundaria, nos esperaba el mundo...que nos recibió con un puesto de cadete. También nos esperaban sin saberlo, los libros. Y la facultad. Y a cada uno le llevó el tiempo que le llevó para transitarla. En el mientras tanto, su mente inquieta me hizo participar de algunos proyectos que aún hoy disfruto de solo recordarlos. Tuvimos un programa de radio, creo a la distancia que tuvimos "el" programa de radio. Juntó gente difícil de juntar y nos animó, y lo hicimos y nos gustó. Y como la historia del capitalismo manda, la historia duró hasta que nos alcanzó la plata. Deambulamos en otras radios con otros nombres, siempre en busca de una idea. Un lunes el gran diario argentino, le dió su columna central en aquella vieja diagramación y sentí que uno de nosotros había llegado.
Nunca tuvimos una amistad pegosa, intuíamos que el otro iba a estar cuando lo necesitáramos. Así siempre nos manejamos. Siempre nos rompió las bolas saludarnos el día de amigo, si necesitas que llegue el día para acordarte; estás jodido.
En el departamento de la calle Paraguay, escuche mucho del primer Paez y conocí gente bella (honor al gran   Prinzo). Tiene la mejor foto de casamiento que he visto (por lo original y zarpada). Nos casamos, me aguanto en el divorcio, y la vida dice que mi hijo es tocayo suyo y su primogenito tuvo la casualidad de nacer en el mismo día que yo.
Me hizo participar de sábados de paddle noventista, que nos generó un nueva red de amigos, a la edad en la que la palabra ya le resulta pesada y difícil de bancar a cualquiera.
Siempre lo consideré la mejor pluma de mi generación, aunque el lo considere una frase de amigo o un comentario de borracho (según la ocasión).
Tiene en su haber la mejor crónica de un recital que he leído, Mac Cartney en la Argentina, escrita a dos manos y cuatro corazones.
Hemos compartido, junto a Saverio, la inauguración de Libertadores de América; porque somos tan jodidos que no podemos permitir otra cosa que nuestros hijos sean del Rojo.
Tengo muy claro que, hoy discutimos de política y mañana de otra cosa. Siempre discutiremos.Siempre nos encontraremos.
Me hizo conocer el Facebook, a través de el nos peleamos mucho, a través del Face recibí un mensaje que dieron origen a estas lineas....