Los dueños de los relojes



Las frases o pensamientos que te iluminan,habitan en un territorio sorpresivamente vasto.
El anochecer del primer domingo de este otoño, me encuentra tratando de limpiar mi cabeza de cualquier elucubración que supere el nivel básico. Decididamente hastiado de intoxicarme con planteos existenciales, propios y ajenos, me dispongo a poner mi cerebro en "modo avión" mientras veo un película de guerra facturada en el mainstream hollywodense que versa sobre la enésima invasión yankee, esta vez en Afganistán. Una de las tantas, de mayor o menor calidad, que han sido rodadas en los últimos tiempos sobre el tema.
En los comienzos del film, una voz en off que tiene de fondo  un largo paneo sobre el desierto afgano, reflexiona sobre lo difícil y complejo que resulta vencer a los talibanes en su propia tierra. Dificultad milenaria, con la que han mordido el polvo de la derrota cientos de ejércitos desde Alejandro Magno a la actualidad. 
Sobre ese escollo casi imposible de vencer, la voz resalta la estrategia en que se basa la inexpugnabilidad de sus tropas. y ese secreto quizás se vea reflejado del mejor modo  en un antiquísimo proverbio afgano "Ustedes tienen los relojes, nosotros el tiempo".
La película caerá rápidamente en mi olvido, pero ese proverbio me siguió dando vueltas durante días.
Siento que en él, radica la victoria de ciertos ejércitos y una cantidad de derrotas en nuestra vida diaria.
Corremos de manera enajenada para todo. De manera compulsiva queremos ganar todas las carreras, incluida la del paso del tiempo.
Nos indigestamos con información inútil,  muchas veces falsa para convencernos que somos  personas informadas.
Nos angustia la posibilidad de no encontrarnos conectados a alguna red social, como si de ello dependiera la suerte del mundo.
Resistimos la tentación de bajar la guardia, y esa resistencia lucha contra el miedo a transcurrir las horas en soledad por no tener la lucidez de conceder posiciones en el momento adecuado.
Provoca zozobra la posibilidad de dejar olvidado el teléfono celular, tanto como que ese mismo aparato quede sin sonido dejándonos de alertar de los cientos de mensajes insípidos, videos humorísticos y declaraciones políticas principistas que ocupan un espacio disparatado de tiempo para ser leídos y a la misma velocidad ser eliminados.
Hemos  abjurado de la sola idea de escuchar al otro, no  hay problemas mayores que los nuestros. De esa manera no existe más hermosa voz que la propia.  Los días transcurren en la placida comodidad de la negación, a la espera que la bomba que tenemos debajo de la mesa explote sin que seamos señalados como autores del hecho.
Aunque consuma un prolongado tiempo, hemos adquirido una excelsa habilidad para encontrar en el otro a aquel miserable villano responsable de nuestros desatinos.
Para no perder tiempo, hemos tapizado los espejos, evitando  demorarnos al mirarnos frente a ellos. Ese ahorro de minutos, nos ahorra el peso de reconocernos tal cual somos.
Nadamos en un mar de cronómetros , las corrientes de la vida quizás pasen cerca nuestro; difícilmente podamos verlas si estamos vendados con mallas de relojes.





Comentarios

  1. Bueno y breve, dos veces bueno. Lo releí y fue todavía mejor y más breve. Si la cabeza consigue moderar la velocidad, bienvenido sea, siempre que siga acercando estas ideas.
    Arrimo una para éstos que dicen tener el tiempo. Es otro proverbio: "Ustedes tienen el tiempo, los otros las armas." Que tengas una buena semana.

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  2. Gracias Maestro, por el comentario y el aporte. A las espera de unas 171 paginas que me han dicho que ya estan terminadas. Ansioso por la lectura y nuevo encuentro.Un fuerte abrazo.

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  3. Eso no existe. En la segunda de tres correcciones van 173. Pero no existe.

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