Cuenta Saldada



Es difícil determinar en que momento de la vida, uno empieza adquirir recuerdos que quedarán guardados en algún lugar indeterminado de nuestro corazón o de nuestra memoria; quizás se alojen en ambos lugares y resulta todavía más inescrutable en que momento volverán a ver la luz o quizás terminen muriendo en las sombras de nuestro interior.

Cuando se es es joven, todo es material de archivo para el futuro. Con la salvedad de tempranas muertes de seres queridos u otros hechos aún más atroces; en la juventud los recuerdos son cosas del futuro.

Cuando los calendarios van tapizando el piso y hacen las veces de larga alfombra roja a la entrada de la madurez esos recuerdos aparecen, los disparan algún encuentro casual o previamente organizado dado la facilidad de promoverlos hoy a través de las redes sociales.


Con la secundaria cursada a fines de la década de los setenta del siglo pasado en el colegio Dante Alighieri , aquel ubicado en la calle Oroño 1100, este tipo de encuentros se ha hecho habituales como en cualquier lugar del país.

Facebook, permite anoticiarnos que aquella esmirriada morocha de tez blanca y cabello recogido con quien mantuvimos un noviazgo de media hora devino con los años en una talentosa Ingeniera en Informática que formó familia y desarrolla hoy su vida en Londres. Encontrarla a través del Face comenzó siendo un encuentro público en sus muros, como aquellas tardes de primavera tomados de la mano en los bancos del Parque Independencia para con el paso de los días  transformarse en chats privados que rememoraban a esos besos robados aprovechando las primeras sombras de la noche y la frondosidad de aquellos arboles florecidos en aquella lejana primavera.

En Rosario , lugar que nunca abandonó, cuesta mantener a la familia dando clases de literatura. Alumnos entregados a los brazos de la desidia , el chateo ininterrumpido y esas aulas en la que sienten pasar las horas en territorio enemigo. El hogar espera a  hijos adolescentes que han declarado la guerra familiar para sostener a rajatabla los principios del parricidio y un matrimonio de más dos décadas que torna más difícil encontrar la explicación de donde se perdió aquella magia; transforman a esas conversaciones virtuales en adrenalina pura.

Rosario es también  el lugar de residencia de los padres de la Ingeniera. Una carrera prestigiosa, de la mano de una situación económica acomodada permiten la visitas a su familia, en un viaje bienal respetado a rajatabla.
Desde los bordes del barrio de Paddington en el corazón de Westminster hasta esa vieja casa en Laprida y Rioja donde el Monumento a la Bandera, el bar El Cairo y la redacción de "La Capital" son puntos equidistantes cada setecientos días la peregrinación se repite.
De igual manera que se han repetido los furtivos encuentros en los cafés que no existian en aquella adolescencia.
Para llegar a ellos se atravesaron todos los pasos de rigor, remembranzas de aquellos días de música de cassette, el que hubiera pasado si...., y el porque no nos encontramos cuando vengas.
Y a medida que los viajes se sucedían, menor era la compañía familiar venida desde las Islas. Hasta llegar el inevitable viaje en soledad, que prestaba la ocasión para gatillar de una buena vez en blanco sobre negro las palabras no dichas con anterioridad, para preservarse de la toma de riesgos que ninguno de los dos en apariencia deseaban tomar.
De aquel virginal noviazgo adolescente  a este encuentro de los cuerpos en ardiente madurez. Los miedos naturales a las bruscas decepciones que desbarracan encuentros tantas veces idealizados. 

Hicieron el amor y como en un pacto silencioso evitaron amarse o cogerse. Llevaron a la cama la frialdad y distanciamiento de un texto postmoderno y el invierno londinense.
La madurez asesinó al rubor y la pulsión, quizás la sensatez envió sicarios para darle silencio eterno a los sentimientos.
No muy felices y sin miedos, ambos decidieron que el otro no era lo que cada uno de ellos necesitaba.  
De aquellos recuerdos de la Dante; en la que se mezclan horas libres, recreos, viajes de fin de curso, eternas caminatas sobre plazas y costaneras; solo quedaba esta materia. Una gris asignatura pendiente.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Fugaz oscuridad de una mente con recuerdos

Anarquía en R.A.

Nuestro lugar en el mundo