Andenes


Manden noticias del mundo de allá

A quien se queda
Denme un abrazo vénganme a esperar
Voy llegando



Lo que más gustó es poder partir
Ya sin miedo
Mejor ahora es poder volver
Cuando quiera



Todos los días, como en un vaivén
La gente que vibra sobre la estación
Hay gente que viene para quedar
Otros que se van para nunca más



Hay gente que viene, quiere volver
Otros que se van, quieren luchar
Otros han venido, para mirar
Otros a reír y otros a llorar



Y así llegar y partir
Son sólo dos lados de un mismo viaje
El tren que llega
Es el mismo tren de la ida



La hora del encuentro es también despedida
La plataforma de esta estación
Es la vida de este mi lugar
Es la vida

De este mi lugar, es la vida.

"Encuentros y despedidas" (Milton Nascimento)

Diciembre es historia, antigua y reciente, con la clásica bipolaridad con la cual atravesamos el último mes del año.
Con mandatos derivados de como los gregorianos dividieron el tiempo, esa décima segunda fracción del almanaque, se torna internamente como partera de una nueva historia que voluntariosamente imaginamos y deseamos naciendo con el primer minuto del nuevo año. De igual intensidad nuestra intención es que ese treinta y uno funcione como sepulturero de todas las desgraciadas acontecidas en los últimos trescientos sesenta y seis días, y de ser posible permita llevarse todas aquellas originadas en tiempos anteriores.
Y con distintas mochilas  nos sentamos en una misma mesa quien perjuramos que esta sí será la última misa en escena de la cual descreemos desde tiempos inmemoriales, anhelando tener el mismo huso horario de Australia y que lo que vamos a vivir en las próximas cuatro o cinco horas o las que el alcohol dictamine sería en ese preciso momento parte del pasado. Frente a nosotros se encuentran también los deseosos que esa orgía gastronómica celebrada una vez al año, no culmine nunca. Posiblemente en una de la cabeceras se siente quien, en silencio analiza que ha hecho de su vida para ir transitando los últimos tramos de su vida rodeados de descendientes de los cuales conoce muy poco y a los cuales no comprende mucho  tratando de desentrañar cual ha sido el pase de magia que los transformo de ansiosos esperadores de un personaje interpretado por el más obeso de los asistentes, quien transpira por un vestuario que le han adosado y que convierte la tórrida noche de navidad en un horno de fundición; a estos seres con siluetas humanas abstraídos de otra cosa que no sean sus celulares-
A la hora de los brindis, las historias interiores se bifurcan en tantos caminos como comensales haya.
En cada copa hay planes tan distintos,de manera tal que en una rebalsa los ùltimos esfuerzos de sostener lo que alguna vez se pudo denominar una familia y en otra los planes para comunicar que esa misma familia volará en pedazos con las primeras horas de la mañana.

Estarán aquellos, que tienen planeados con el brindis del año nuevo poner en marcha el reloj de la cuenta regresiva que los acerque al día que inicien un nuevo proyecto de vida con alguien que han descubierto es capaz de despertarles el deseo ya conocido, de iniciar el temerario sueño de construir una nueva pareja.
Muchas copas estarán servidas con un trago mezcla de champagne y lágrimas por la reciente pérdida de algún ser querido, que se fue en el año que termina por fin de irse.
En alguna mesa, estará el adicto resistiendo tentaciones con pocas ganas de decir los porque de sus brindis con agua o con gaseosa,y haciendo caso omiso a invitaciones de brindar con algo, porque una copita no te va a hacer nada y contando hasta diez para no vomitar un insulto que de una vez por todas lo deje en paz.


Reuniones numerosas, conformadas de múltiples soledades. Y también soledades afrontadas con la firme convicción que la calma de esa cocina en silencio, le otorga la oportunidad de pensar sin densas e inoportunas interferencias. Todos vamos en viaje hacia a algún lado, difícilmente pueda existir un tren que colectivamente nos pueda alcanzar a tan variados destinos.
En esos viajes interiores, anualmente nos paramos en los andenes y fingimos impúdicamente que el destino del otro ciertamente nos interesa.
Existe un viejo dicho que en la vida, el tren pasa solo una vez en la vida, cabe preguntarse cuanta consistencia tiene esa frase. A la luz de los años, hemos subido a formaciones y llegar a buen puerto, viajar para desencontrarnos, haber descarrillado dejando victimas. Aún así pareciera que buen consejo, andar con el bolso armado para iniciar un nuevo viaje.

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