Lluvia, en una tarde de noviembre.




Cuando miro dentro de tus ojos
puedo ver un amor contenido
pero cariño cuando te abrazo
¿no sabes que siento lo mismo?

porque nada dura para siempre
y nosotros dos sabemos que el corazón puede cambiar
y es difícil tener una vela
en esta fria lluvia de noviembre

Hemos estado en esto por mucho, mucho tiempo
simplemente tratando de matar el dolor

pero los amantes siempre vienen y los amantes siempre se van
y nadie está realmente seguro de a quién esta dejando ir hoy,
alejándose

si pudiéramos tomar el tiempo
para dejarlo en la línea
podría descansar mi cabeza
simplemente sabiendo que fuiste mía
toda mía
así que si quieres amarme
entonces cariño no contengas
o simplemente terminaré caminando
en la fría lluvia de noviembre

tú necesitas tiempo... para ti
tú necesitas tiempo... sola
todos necesitan algo de tiempo, para si mismos
para si mismos
no sabes que necesitas algo de tiempo... sola

Sé que es difícil tener un corazón abierto
cuando hasta los amigos parecen herirte
pero si pudieras curar un corazón roto
no habría terminado el tiempo para hechizarte

A veces necesito algo de tiempo... para mí sólo
a veces necesito algo de tiempo... sólo
todos necesitan algo de tiempo
para sí mismos
no sabes que necesitas algo de tiempo... sola

y cuando tus miedos remitan
y las sombras aún permanezcan
sé que puedes amarme
cuando no hay nadie a quien culpar
pues no importa la oscuridad
aún podemos encontrar un camino
nada dura por siempre
incluso la fría lluvia de noviembre

no pienses que necesitas a alguien
no pienses que necesitas a alguien
todos necesitan a alguien
tú no eres la única
tú no eres la única
Todos necesitan a alguien ...
no eres la única

("November rain" Guns N'Roses)

Noviembre no es un mes al cual recuerde de los años vividos, con demasiado afecto. En esa undecima parte del año, vi partir a mi padre cuando mi adolescencia se encontraba transitando el largo precipicio de los descubrimientos. En igual mes pero muchos años después, dinamité mi primer matrimonio.
Cada cuatro años, enfrento en noviembre la incertidumbre de saber si tendré una fuente de ingreso o saltar al vacío de quedarme sin trabajo y poner en el cuenta kilómetro en cero para comenzar a transitar un nuevo camino que nunca tiene destino cierto.
En particular este noviembre de 2016, asomó plagado de las sombras que contienen la amenaza que personas que algún momento fueron parte de tu vida desde algún lugar, pudieran dejar de existir tras más o menos largos períodos de pelea contra el cáncer. 
Y así vi partir a Diana, madre de Facu, con quien compartí ver la llegada de nuestros hijos a aquel colegio de barrio instalado en aquellos escasos petit hoteles del barrio de Flores que todavía resistían la avidez inmobiliaria que los iría demoliendo en pos del nacimiento del horribles departamentos montados en torres impersonales. La última vez que la vi, estaba junto a su marido después de haber concretado una reunión vía telefónica para realizarme una consulta jurídica. Jamás pensé que ese asesoramiento versaría sobre la conveniencia o no de seguir trabajando, o encontrar una vía alternativa de jubilación o despido ante el desafío de dar pelea por su vida sabiendo que la lucha sería inevitablemente desigual. La noticia de su muerte, me encontró reflexionando sobre algo tan remanido sobre el inflexible paso del tiempo y con él, que las despedidas ya no son de nuestros mayores sino que hemos quedado ya en la primera fila de combate y que pertenecer hace vanguardia hará inevitablemente que formemos parte poco a poco de los partes de bajas. Con ella, se fue parte del recuerdo fresco y vital, del jardín de infantes de Axel, aquellos primeros cumpleaños en peloteros y esos dibujos que aún guardo donde mi hijo dibujaba nubes, casas y arboles con dos muñecos de distinto tamaño en los cuales en la parte inferior anotaba con su iniciatica escritura su nombre y el de Papá.
Sobre el ventanal de una casa quinta arrumbada, y reacondicionada para albergar a chicos que tratan de escapar de la muerte a manos de las drogas, fui parte de una antigua cofradía que celebraba un cumpleaños, quizás a modos de despedida, de un amigo que padece también el mismo mal. La lluvia agrega connotaciones que a cada uno de nosotros nos afecta de distinta manera, no me pareció un mal escenario para transcurrir cuatro horas entre viejas anécdotas y recuerdos entre quienes ya nada tienen en común pero que pertenecieron a ese lejano territorio que es la República de la Adolescencia. Mientras por la ventana veo el aguacero sureño caer sobre los jardines, me convenzo que posiblemente esta será la última visita que haré a ese lugar, que hoy se puebla de bromas y risas y que siento que jamás volverá a ser así. Trato de guardar en mi memoria hasta el últimos de los detalles, quiero archivar su sonrisa, sus abrazos y esos te quiero y gracias tan profundo, que me obligan a disimular alguna lágrima y que me somete a las obligatorias mentiras de las despedidas para exclamar que muy pronto nos volveremos a ver.
Tan solo cuarenta y ocho horas después, en un lunes de un fin de semana largo ya bastante cargado de emociones fuertes y tristezas deportivas, mientras trato de retomar la lectura de una novela que quedo a la deriva en rincón de una mesa por falta de fuerzas para recuperar el poder de la imaginación, suena el teléfono varias veces tanto el fijo de casa como el celular que me resisto a atender hasta que la insistencia vence a mi voluntad de aislamiento. Con esa llamada vuelvo a mundo real y el de las malas noticias. Mabel, hermana de uno de mis mejores amigos acaba de morir victima de un cáncer de páncreas luego de ocho meses de pelear contra la invencible fortaleza de muerte.
Escribo esto a manera de exorcismo, de dejar atras el dolor, de quedarme con los mejores recuerdos y para convencerme que la vida sigue y el laberinto de los lamentos puede paralizar, y restarme espacio para disfrutar el tiempo que me quede. Esa carrera contra el reloj, esa pasión inútil en palabras de Sartre donde el resultado está por demás cantado y de la cual solo importar no quemar las horas en cosas sin sentido.

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