Una perla en La Academia
Viernes por la noche en Buenos Aires. En uno de los últimos enclaves sobrevivientes de los que alguna vez denominamos psicobolches, nos reunimos en el de sde hace y a varios años. Solo el mito de otros tiempos provocan una buena concurrencia, su falta de mantenimiento harían correr horrorizado a todo aquel que no conociera el lugar. Quizás deba ser reconocida, por tener el mingitorio peor instalado para orinar de todo Buenos Aires. Allí llegamos los tres, como lo demostraría el transcurso de la charla, hartos de tener que hablar siempre de lo mismo y no poder salir de la trampa de tener obligatoria opinión sobre cuentas off shore y dólares amontonados en un convento. En ese bar, con las puertas desvencijadas que obligan a pararse en turnos rotativos, para detener el frío que hacían entrar los recurrentes parroquianos descuidados; nos sumergimos en una charla atemporal que inconscientemente trataba de huir de los lugares comunes, aquellos que nos anestesian las neuronas y a la